
Dijo Dios: “Haya luceros en el
firmamento celeste,
para apartar el día de la noche,
y sirvan de señales para estaciones,
días y años;
y sirvan de luceros en el firmamento
celeste
para alumbrar sobre la tierra”.
Y así fue.
Hizo Dios los dos luceros mayores;
el lucero grande para regir el día,
y el lucero pequeño para regir la
noche,
y las estrellas;
y los puso Dios en el firmamento
celeste
para alumbrar la tierra,
y para regir el día y la noche,
y para apartar la Luz de la oscuridad;
y vio Dios que estaba bien.
Y atardeció y amaneció: día cuarto.
(Gén1,14-19)
Dios para
alumbrarnos pone sobre nosotros
luceros en el firmamento celeste. Siempre
están alumbrando. Y siempre nuestras almas (toda la
humanidad) están siendo alumbradas, aunque a veces las nubes
o la niebla, como en el orden natural, nos resten la
intensidad de su luz. Así también en nuestras almas. Y los
puso Dios:
Para apartar el día de la noche.
Todo hombre
tiene conciencia para distinguir lo que viene de Dios,
la Luz, y lo que procede del maligno que es
oscuridad,
la noche.
Nadie está privado de conocer la Verdad, pues
la Luz
que desprende toda la naturaleza con sus signos está
proclamando a Dios.
Y sirvan de señales para estaciones, días y años.
Que estos
luceros
sirven de señales para estaciones, en la realidad natural así lo vemos,
y en lo espiritual lo mismo:
Primavera: Tenemos épocas
de júbilo y alegría como la primavera en nuestras vidas por
la Presencia de Dios en nosotros (Cant.2,10-13).
Verano: Época de fuego y
calor, cuando el corazón arde en el Amor de Dios como les
ocurrió a los discípulos de Emaús que se preguntaban después
del encuentro con Jesús: “¿No ardía nuestro corazón cuando
nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
(Lc.24,32).
Otoño: También tenemos
épocas de despojo, de soltar lo viejo en nuestras vidas
(Heb.12,1) igual que los
árboles se despojan de sus hojas para que nazcan
hojas nuevas, como en una renovación de nuestras vidas.
Aunque haya árboles de hoja perenne,
algunas hojas caen de
ellos. Lo importante es que el tronco esté enraizado en
buena tierra,
como una vida unida a Cristo.
Invierno: Puede estar el
alma falta de calor, alejada de
la Luz,
y sentir el frío como de invierno, porque el alma se siente
fría cuando no está en Dios. Todo depende de que estemos más
cerca o más lejos de Dios, de la Luz, como simbólicamente el
sol, el lucero
grande, lo está de la tierra.
Año:
Es el ciclo completo en nuestras vidas,
porque todos pasamos épocas de gozo y alegría, de despojo, y
de calor y de frío. Simbólicamente, el
año que se
nombra aquí, con la primavera, verano, otoño e invierno, las
cuatro estaciones que están comprendidas en
el año.
Recordemos que estamos en “el año de gracia”, este
peregrinar para regresar al Padre, este estado en el que
ahora nos encontramos (Lc.4,19).
Día:
Este significado
lo hemos ya visto en el día primero de la creación.
Todo en este día
es reflejo de la Luz de Dios, para ello nos lo ha
dado todo.
Y sirvan de luceros en el firmamento celeste para
alumbrar sobre la tierra:
Sigamos
dando a la tierra,
en esta lectura espiritual, el significado de que nosotros
somos esa tierra.
Y así entendamos que Dios crea los
luceros para
alumbrar nuestras almas. Todo cuanto Dios dice es hecho.
Y así fue: Hizo
Dios los dos luceros mayores. El lucero grande para regir el
día.
Este
lucero grande,
el sol,
es símbolo de la Luz que nos llega de Dios. Cuando
vemos y vivimos en la Luz se hace en nuestras vidas
el día. Y si
no nos dejamos llenar de la Luz, en nuestras vidas están las
tinieblas.
Cuando el
Apocalipsis habla de la Mujer vestida del sol (Ap.12,1ss)
que huye al desierto mil doscientos sesenta días,
día,
se refiere simbólicamente a las veces que se hace la Luz en
una vida, porque la luz del sol simboliza la Luz de Dios en
nosotros, en cada uno. Lo mismo en la profecía sellada de
Daniel (Dan.12,11-12) que añade, “Dichoso aquél que sepa
esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días”.
El Señor
envía su
Luz y se hace en nosotros
el día.
Pero cuando oscurece para nosotros, hay otros
luceros
que nos hacen llegar
la Luz de
Dios:
El lucero pequeño para regir la noche.
La luna,
símbolo de los que se dejan llenar de
la Luz
de Dios y pueden ser reflejo de
Luz
para otras almas que estén en
la oscuridad.
Y las
estrellas.
Esas
estrellas
que alumbran simbolizan a los elegidos que ya han
partido, que aunque estén en la distancia, su vida es
reflejo de la Luz de Dios; éstos pueden ser testimonio de
Vida, y que por ello otros desde su
oscuridad,
busquen a Dios. Se ven como pequeñas luces en
la noche
por la lejanía;
pero el que mira a lo alto puede ver que
la Luz
de Dios se ha hecho en los que se han dejado llenar de Dios.
En el libro de
Daniel dice que los que enseñaron a la multitud la justicia,
brillarán como las
estrellas, por toda la eternidad (Dan.12,2).
Ése es el propósito de Dios para nosotros.
Pero hay
estrellas
que también caerán del cielo, los
elegidos que pudieron brillar y sin embargo,
abandonaron el Camino y se perdieron. Jesús lo profetizó
para el final de los tiempos, cuando habrá tan grande
confusión (Mt.24,29). Y de esta confusión habla Pedro el día
de Pentecostés:
El sol se
convertirá en tinieblas,
y la luna en
sangre
antes que venga
el Día del Señor,
día grande y
temible.
Y todo aquél
que invocare el nombre del Señor
será salvo.
(Hc.2,20)
Esa gran
confusión del sol en tinieblas, es porque los hombres no
buscan la Luz, no ven la Luz; así que los elegidos sufrirán
tan grande tribulación (que es esa luna convertida en
sangre) que si aquellos días no se acortaran no se salvaría
nadie (Mt.24,22).
Vemos una vez
más, y todas las veces que miremos, que Dios creó toda la
naturaleza para hablarnos a través de ella. Como ya se dijo
antes, la Luz de Dios se manifiesta para todos, domina todo.
Y los puso
Dios en el firmamento celeste para alumbrar la tierra,
y para regir el día y la noche, y para
apartar la Luz de la oscuridad.
Todo está bajo
el control y providencia amorosa de nuestro Creador que nos
sostiene en la espera de que volvamos a Él.
Todos podemos
ver la Luz
y conocer lo que es la
oscuridad,
aunque gran parte de la humanidad no lo haya entendido.
Jesús reprende a los fariseos y saduceos porque no sabían
distinguir las señales de los tiempos (Mt.16,2-4). Todo lo
veían desde el aspecto natural. Hoy nosotros ya podemos ver
cómo cada cosa creada es
como un símbolo para enseñarnos, como hemos visto
aquí también, en las señales de los tiempos detalladas
especialmente.
Dios pone todos
los medios para alumbrarnos.
Y vio Dios que
estaba bien.
Y es que muchos se dejan llenar y
viven en la Luz.
La humanidad puede ver
la Luz
a través de todo lo que está bajo el firmamento, de todos
los cuerpos celestes, aunque aún se den momentos de
tinieblas, y muchos no vean la Verdad. Es por lo que también
en este día se dice:
Y atardeció y amaneció: cuarto día.